Tony Robbins - poder sin limites - 17 - resumen
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La bandera, como otras muchas cosas que nos rodean, es un ancla, un estímulo sensorial unido a un conjunto determinado de estados. Un ancla |un anclaje| puede ser una palabra, una frase, un contacto o un objeto. Puede ser algo de lo que vemos, oímos, tocamos, olfateamos o saboreamos. Las anclas son muy potentes porque dan acceso instantáneo a estados de gran fuerza.
El anclaje es un modo de asegurar la permanencia de una experiencia determinada. Podemos cambiar nuestras representaciones internas o nuestra fisiología en un momento para generar nuevos resultados, y esos cambios requieren un pensamiento consciente. Ahora bien, por medio del anclaje se crea un mecanismo de funcionamiento seguro, que se dispara automáticamente para crear el estado que uno desee en cualquier situación, sin necesidad de pensarlo. Cuando algo está anclado con eficacia suficiente, lo tiene a mano siempre que lo necesite. Hasta aquí ha aprendido usted una serie de valiosas lecciones y técnicas; pues bien, el anclaje es la más eficaz que conozco para canalizar constructivamente nuestras poderosas reacciones inconscientes, de manera que estén siempre a nuestra disposición. Relea la cita que encabeza este capítulo. Todos procuramos hacerlo lo mejor posible con lo que tengamos a nuestra disposición.
Todos hemos de procurar sacar el máximo partido de nuestra capacidad. El anclaje es un medio para garantizar el acceso constante a nuestros mejores recursos; es la seguridad de tener siempre lo que necesitamos
En la mayoría de nosotros se han formado anclajes al azar. Nos bombardean los mensajes de la televisión, la radio y la vida cotidiana: unos se convierten en anclajes y otros no, en gran parte en función de la mera casualidad. Si uno se encuentra en un estado potente (bien sea positivo o negativo), y entra en contacto con un estímulo determinado hay más posibilidades de que el mismo quede anclado. Por otra parte, la constancia de un estímulo favorece la asociación y es, en este sentido, una herramienta de anclaje. La audición repetida, digamos, de un estribillo publicitario, acaba por anclarlo en el sistema nervioso. Lo bueno de todo ello es que uno puede aprender a dominar ese proceso de anclaje, lo cual permite instalar anclajes positivos y desterrar los negativos.
Pasemos revista más concretamente, pues, a la manera de crear un anclaje en sí mismo o en otros de manera consciente. Consta básicamente de dos fases sencillas. En primer lugar, debe ponerse uno mismo, o poner a la persona en cuestión, en el estado preciso que se desea anclar. Conseguido esto, hay que suministrar repetidas veces un estímulo específico, exclusivo, mientras el sujeto pasa por el momento culminante de dicho estado. Cuando alguien ríe, por ejemplo, se encuentra en un estado específico y congruente: todo su organismo interviene en ese momento. Mientras se halla en el mismo, otra persona podría, por ejemplo, pellizcarle la oreja y acompañar dicha acción con un cierto sonido reiterado varias veces; más tarde conseguirá hacerle reír siempre que le proporcione el mismo estímulo (el pellizco en la oreja y el sonido). Otra manera de crear en alguien un anclaje de seguridad en sí mismo es pedirle que recuerde alguna vez que se sintiera en el estado que desea poder suscitar a voluntad. Luego le retrotraeremos a esa experiencia de manera que se encuentre totalmente asociado a ella y experimente las mismas sensaciones en su organismo. Cuando lo haga, usted podrá observar los cambios que tienen lugar en su fisiología: las expresiones faciales, la postura, la respiración. Cuando vea que dichos estados se aproximan al punto culminante, suministre rápidamente y varias veces un estímulo concreto y bien diferenciado. Estos anclajes pueden mejorarse enseñándole al sujeto a entrar con más rapidez en el estado de confianza. Demuéstrele, por ejemplo, la postura que adopta cuando se siente se guro de sí mismo, y ofrézcale el estímulo cuando él se ponga en esa postura
Cuando le parezca que ya está listo el anclaje, deberá ponerlo a prueba. Haga primero que el sujeto pase a un estado diferente o neutral. Para conseguirlo, lo más fácil será pedirle que cambie de fisiología o piense en algo distinto. A continuación compruebe el anclaje por el sencillo procedimiento de suministrar el estímulo apropiado y observar. ¿Presenta la misma fisiología que cuando se hallaba en su estado? En caso afirmativo, el anclaje funciona. De lo contrario, es posible que haya omitido usted una de las cuatro claves para lograrlo:
1. Para que el anclaje sea eficaz, el sujeto debe hallarse en estado totalmente asociado y congruente, con intervención de todo su organismo, en el momento en que se le suministra el estimulo
2. Se debe suministrar el estimulo en el momento culmi nante de la experiencia. Si se anticipa o se retrasa la interven ción, ésta no se ejercerá con plena intensidad. Para saber cuál es ese momento culminante, observe a la persona mientras va poniéndose en su estado, y fíjese en lo que hace cuando el mismo empiece a desvanecerse
3. El estimulo elegido debe ser exclusivo, es decir que debe enviar al cerebro una señal diferenciada e inconfundi ble. Una vez tenga usted a alguien en un estado determinado e intenso, nd pretenda que el estímulo sea, digamos, una mi rada, porque eso no es exclusivo y difícilmente derivará de ello una señal específica al cerebro.
4. Para que el anclaje funcione hay que imitarlo exacta mente. Ponga usted a una persona en su estado y toque un determinado punto de su espalda con una presión concreta, específica: no se obtendrá el mismo estado más tarde si se toca en otro lugar o con una presión distinta.
He aquí otro ejercicio. Seleccione entre tres y cinco estados o sensaciones que le gustaría tener a su disposición cuando se le antojase, y ándelos a una parte concreta de su persona, de modo que pueda acceder a ellos con facilidad. Digamos que es usted del tipo de personas a quienes resulta difícil tomar una decisión, pero le gustaría cambiar. Quiere ser más decidido. Para anclar la sensación de ser capaz de tomar una decisión de manera resolutiva, rápida y fácil, podría elegir, digamos, el nudillo del dedo índice. A continuación piense en una oportunidad de su vida en que sesintiera totalmente decidido; entre mentalmente en tal situación y asocíese por completo con ella, a fin de volver a sentirse como entonces. Reviva la experiencia de esa gran decisión de su pasado. En el punto culminante de la experiencia, cuando se sienta usted decidido al máximo, presione sobre su nudillo y diga mentalmente: «¡Sí!». Ahora piense en otra experiencia similar, y cuando se halle en la cumbre de ese proceso de toma de decisiones repita la misma presión y la misma palabra. Haga esto cinco o seis veces, a fin de «amontonar» una serie de anclajes poderosos. A continuación piense en una decisión que deba tomar; considere todos los factores que debe conocer para tomarla. Luego, lance la señal del anclaje: ahora será usted, sin duda, capaz de decidir rápida y eficazmente. También podría designar otro dedo para anclar la sensación de relajación, al objeto de poder beneficiarse de ella cuando lo crea necesario.
En este punto del proceso, una persona puede tocarse el hombro (o cualquier otro gesto que se haya establecido como anclaje) y obtener el estado deseado siempre que quiera. Pero aún es posible ir más lejos. Podemos transferir ese estado positivo precisamente a los estímulos que antes desencadenaban los sentimientos de impotencia, de manera que esos estímulos produzcan el resultado contrario.
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