Tony Robbins - poder sin limites - 15- resumen
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Para comunicar bien, lo primero es tener sentido de la humildad y estar dispuesto a cambiar. La fuerza de voluntad no sirve para comunicar; a nadie haremos entender nuestros puntos de vista por la fuerza. Sólo se puede comunicar mediante una flexibilidad perseverante, pletórica de recursos, atenta. No es la flexibilidad un rasgo que todo el mundo posea por naturaleza. La mayoría de nosotros seguimos los mismos patrones de siempre, con torpe monotonía. En muchos casos, como estamos seguros de tener razón, confiamos en que la mera repetición acabará por abrirnos paso; a ello colaboran el amor propio y la inercia. Y además, suele ser más fácil seguir haciendo las cosas como siempre. Pero muchas veces lo más fácil es lo peor que podíamos hacer. En este capítulo estudiaremos maneras de cambiar de dirección, de romper patrones, de redirigir la comunicación y de sacar algo en limpio de la confusión. El poeta místico William Blake escribió: «El hombre que no cambia nunca de opinión es como el agua estancada: su mente cría sabandijas». El hombre que no cambia nunca sus patrones de comunicación se encuentra también en terreno cenagoso. Dijimos en otro lugar que, en cualquier sistema, la máquina con más grados de libertad, la más flexible, es la que presenta mayor eficacia. Lo mismo pasa con las personas. La clave consiste en plantear tantas opciones como sea posible, tratar de abrir todas las puertas, ensayar tantos planteamientos como sea necesario para resolver un problema. Si funcionáramos bajo un solo programa o actuáramos a partir de una sola estrategia, seríamos tan eficaces como un automóvil con una sola marcha.
Muchos creen que la negociación de una disputa es algo así como un combate de boxeo verbal. Uno martillea con sus argumentos hasta conseguir lo que quiere. Pero es mucho más elegante y eficaz el modelo de las artes marciales orientales, como el aikido y el t'ai chi. En éstas, el objetivo no es superar una fuerza, sino reconducirla, no oponerse a la fuerza con la fuerza, sino plegarse a la fuerza que se dirige contra nosotros y guiarla en una dirección nueva. Eso fue precisamente lo que hizo mi amiga, y es lo que hacen los mejores comumcadores. Tengamos presente que la resistencia no existe; sólo hay comunicadores faltos de flexibilidad, que empujan en el instante equivocado y en la dirección equivocada. Como el maestro de aikido, el buen comunicador, en vez de rebatir los puntos de vista de otro, pone en juego su sensibilidad y sus recursos para detectar la formación de una resistencia, hallar puntos de acuerdo, ponerse a su misma altura y reconducir luego la comunicación en el sentido que él desea
Conviene recordar que ciertas palabras y frases crean resistencias y dificultades. Los grandes líderes y comunicadores lo saben, por lo que prestan mucha atención a las palabras que emplean y al efecto que las mismas ejercen. En su autobiografía, Benjamin Franklin describió así su estrategia para comunicar sus opiniones sin dejar de mantener la relación: He desarrollado el hábito de expresarme en actitud de incredulidad modesta, no empleando nunca, si voy a aventurar algo que pueda suscitar controversia, las palabras «ciertamente», «indiscutiblemente» o cualesquiera otras de las que se usan para dar un aire de certidumbre a las opiniones; prefiero decir que yo entiendo o concibo tal cosa de esa manera,o que me parece o que yo diría que, por tales y tales razones, o que imagino que es así, o que así es si no estoy equivocado. Creo que dicho hábito me ha sido muy ventajoso cuando he tenido la oportunidad de inculcar mi opinión y convencer a otros hombres en cuanto a las medidas que, de vez en cuando, me había comprometido a promover.
n el interés y la actitud abierta de los interlocutores. ¿Qué pasaría, por ejemplo, si dispusiera usted de un instrumento de comunicación que le sirviera para transmitir exactamente lo que opina acerca de una cuestión, sin comprometer su integridad en ningún sentido y sin necesidad de discrepar con su oponente? ¿No sería ése un instrumento bien poderoso? Pues aquí lo tiene. Se llama el «marco de transigencia», y lo forman tres frases que usted puede utilizar en cualquier comunicación como muestra de respeto hacia la persona con la que se comunica, para mantener la relación con ella, para compartir lo que usted crea cierto y para no rebatir nunca sus opiniones en modo alguno. Donde no hay resistencia, no hay conflicto. Esas tres frases son: «Lo aprecio, y...» «Lo respeto, y...» «Lo admito, y...»
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Esa fórmula puede emplearse con cualquiera: sin importar lo que haya dicho, usted siempre encontrará algo que apreciar, respetar y admitir. No se podrá pelear contra usted, porque usted no quiere pelear
Usted puede ensayarlo también con algún conocido. Elija un tema que les permita asumir perspectivas opuestas y argumente la suya siguiendo con rigor el procedimiento que acabo de describir, o sea jugando a descubrir aspectos comunes y enfocando luego la dirección que usted desea. No quiero decir que prescinda de sus propias opiniones, ni que se convierta en una especie de medusa intelectual. Pero descubrirá que alcanza el desenlace propuesto con más eficacia por el sistema de alinearse primero flexiblemente y marcar luego la dirección, en vez de pontificar con violencia. Además, al abrirse a una perspectiva diferente, enriquecerá y equilibrará mejor su propio punto de vista. Muchos consideran la discusión como un juego en el que se pierde o se gana (yo tengo razón y el otro está equivocado; una de las partes tiene el monopolio de la verdad y la otra está sumida en las tinieblas de la ignorancia). Al hallar el «marco de transigencia», gano tiempo, aprendo más y, no obstante, descubro que llego mucho más pronto adonde quería ir a parar. Otro ejercicio muy útil consiste en defender lo que uno no cree. Le sorprenderá descubrir cuántas perspectivas nuevas se obtienen así.
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He descubierto que la confusión es un gran medio para romper patrones o modelos de conducta. Las personas recaen en las conductas estereotipadas porque no saben comportarse de otra manera. Andan por ahí melancólicas ydeprimidas porque creen que con eso suscitarán el interés y la preocupación de otros. Quieren que les pregunten qué les pasa; es su modo de llamar la atención y así usan sus recursos lo mejor que saben para tratar de cambiar su estado.
Responde con inteligencia incluso al tratamiento no inteligente. LAO-TSI-:, Tao Te King
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Cuando uno considera a otro como un competidor, como alguien a quien vencer, se sitúa de entrada en una postura de oposición. Lo que sé de las comunicaciones, sin embargo, me dice que hay que edificar sobre los puntos comunes, y no sobre los conflictivos, que es necesario «ponerse a la altura» y dirigir en vez de querer vencer la resistencia mediante la violencia. Desde luego, es más fácil decirlo que hacerlo. No obstante, podemos cambiar nuestros patrones de comunicación por medio de una actitud de vigilancia permanente y consciente. La segunda idea es que nuestros patrones de comportamiento no están grabados en nuestro cerebro con carácter indeleble. Cuando hacemos reiteradamente algo que nos limita, no es que suframos alguna dolencia mental abstrusa, sino, simplemente, que estamos repitiendo un patrón mental que no nos conviene. La solución consiste, sencillamente, en romper ese patrón, dejar de hacer lo que hacemos e intentar algo nuevo. No somos unos robots conectados permanentemente a traumas personales apenas recordados. Cuando hacemos algo que no nos gusta, basta con reconocerlo y cambiarlo. ¿No dice la Biblia que «seremos cambiados en un instante, en un abrir y cerrar de ojos»? Podemos ser lo que queramos ser. El fondo común de ambas ideas es la noción de flexibilidad. El que tiene dificultades para montar un rompecabezas no adelanta nada si se empeña en ensayar una y otra vez la misma solución. Para resolverlo hay que mostrarse flexible, cambiar, adaptarse, experimentar, ensayar otra cosa. Cuanto más flexible sea usted, más opciones creará, más puertas será capaz de abrir y más éxitos conocerá.
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