Tony Robbins - poder sin limites - 18 - resumen
¿Qué son los valores? Sencillamente, las creencias particulares, personales, individuales, que usted sustenta en relación con lo que le parece importante. Sus valores son sus sistemas de creencias sobre lo justo y lo injusto, lo bueno y lo malo. El psicólogo Maslow habla de los artistas, pero el argumento tiene validez universal. Nuestros valores son las cosas hacia las cuales hemos de tender necesariamente; de lo contrario, no nos sentimos plenamente realizados. La sensación de congruencia, de armonía y unidad personal con uno mismo deriva del sentimiento de estar realizando nuestros valores a través de nuestro comportamiento real. Incluso determinan aquello de lo que huiremos. Rigen todo nuestro estilo de vida. Determinan cómo reaccionaremos ante cualquier experiencia vital dada. Vienen a ser como el sistema operativo de un ordenador. Cuando usted introduce un programa, que el ordenador lo acepte o no y que lo use o no, dependerá del sistema operativo que traiga programado de fábrica. Los valores son como el sistema operativo del discernimiento en el cerebro humano
de dónde proceden esas instrucciones tan poderosas acerca de lo justo y lo injusto, lo bueno y lo malo, lo lícito y lo ilícito? Puesto que los valores son creencias concretas, de fuerte contenido emocional y vinculadas, deben proceder de las mismas fuentes que comentábamos en el capítulo sobre las creencias en general.
En realidad, la mayor parte de nuestros valores han sido programados por medio de esa técnica de premios (o recompensas) y castigos. Cuando crecimos un poco más, encontramos en el grupo de los compañeros otra fuente de valores.
Para entender cómo actúan los seres humanos, los valores son de utilidad primordial. Al objeto de tratar eficazmente con las personas hemos de saber qué es lo que más les importa, o sea concretar la jerarquía de valores por la que se guían. A falta de ello, tendremos una gran dificultad en comprender las conductas elementales de los demás. Por el contrario, una vez poseamos ese dato estaremos en condiciones de predecir cómo se comportará un individuo prácticamente ante cualquier conjunto de circunstancias.
Aunque tenga usted un millón de dólares, si su modo de vida está en conflicto con su valores, no vivirá feliz. Continuamente vemos ejemplos de ello, de personas con salud y fortuna que llevan sin embargo una vida mísera; por el contrario, puede uno sentirse realizado aunque sea pobre como una rata, si vive de acuerdo con sus valores. Aquí no se discute cuáles sean los valores correctos o equivocados. No pretendo imponer los míos al lector. Lo que sí importa es que sepa cuáles son los suyos, de manera que le guíen, le motiven y le ayuden en el plano más íntimo. Todos tenemos un valor supremo, lo que más deseamos en cualquier situación, bien sea una relación o un empleo. Puede ser la libertad, el amor, la emoción o la seguridad. Seguramente, al leer esta relación usted se habrá dicho: «Todo eso lo quiero yo». A los demás, por lo general, nos pasa lo mismo. Pero uno de los valores ocupa una posición relativa superior a la de todos los demás. En una amistad, unos buscarán estímulo intelectual, otros amor, otros una comunicación sincera y aun otros una sensación de seguridad. Muchos desconocen por completo cuál es su propia jerarquía o la de los seres queridos que les rodean. Tienen la vaga sensación de desear cariño, emociones o placeres, pero no saben cómo encajar todas esas piezas. Ahora bien, esas distinciones son totalmente críticas, puesto que determinan si las necesidades últimas del individuo van a verse satisfechas o no. ¿Cómo daremos satisfacción a las necesidades de otra persona, si no sabemos cuáles son? Y no conseguirá usted que nadie haga lo mismo con las suyas, ni podrá solucionar los conflictos internos, hasta que comprenda las jerarquías que intervienen en estas interacciones; para comprenderlas, lo primero que hay que hacer es definirlas. ¿Cómo descubrir cuál es la jerarquía de valores propia, o la de cualquier otra persona? En primer lugar, hay que colocar un marco alrededor de los valores que se buscan; es decir, situarlos en un contexto concreto. Están compartimentados, ya que muchos de nosotros tenemos valores diferentes para el trabajo, las relaciones o la familia. Hay que preguntar: «Para usted, ¿qué es lo más importante en una relación?». Nuestro interlocutor quizá diría: «Sentirme respaldado». Luego le preguntaríamos: «¿Por qué es importante el respaldo?». Una posible respuesta puede ser: «Demuestra que hay alguien que me quiere». Y entonces nosotros seguimos: «¿Qué es lo que más le importa en eso de ser querido por alguien?». Y la contestación: «La alegría que me produce». Mediante la repetición incesante de la pregunta «¿Qué es lo más importante?», empezará a definirse la lista de valores
Para otro, sin embargo, el respaldo puede ser incluso más importante que el amor (y quizá le sorprenda saber que muchas personas piensan así). Esta otra persona no creería que alguien la quisiera si no le respaldaba incondicionalmente; para ella no sería suficiente con sentirse amada, si no creyera poder contar con ese respaldo. Algunos individuos, antes que tolerar la transgresión de sus valores prefieren abandonar una relación. Por ejemplo, si el valor número uno de una persona es el respaldo, y no se siente respaldada, quizá ponga fin a esa relación; en cambio, otro para quien ese valor ocupase el tercero, el cuarto o el quinto lugar, siendo el amor lo primero, no abandonará la relación pase lo que pase... mientras se sienta amado.
La definición de una de sus propias jerarquías de valores es uno de los ejercicios más útiles que habrá aprendido en este libro
Ahora bien, si aprecia a las personas que colaboran con usttd, merece la pena... tanto en su propio interés como en el de ellas. No olvide que los valores tienen un poder emocional ;remendo. El que se limita a administrar desde el punto de T ista de sus propios valores y da por sentado que eso es suficiente para que le consideren justo, pasará mucho tiempo siniiéndose amargado y traicionado. En cambio, el que sabe tender el puente sobre las discrepancias de valores probablemente tendrá socios, amigos y familiares más satisfechos... y vivirá a su vez más contento. No es que sea fundamental er la vida el tener los mismos valores que los demás, pero sí el siber adaptarse a otras personas, comprender cuáles son sus valores y apoyarlos y colaborar con ellos.
El funcionamiento de los valores es tan delicado y complejo como todas las demás cosas que hemos venido tratando en este libro. Recordemos que cuando utilizamos palabras usamos un mapa, y que «el mapa no es el terreno». Si yo le digo que tengo hambre o ganas de dar una vuelta en coche, usted aún no dispone para guiarse |es decir, para entenderme| de otra cosa que un mapa. Tener hambre es estar dispuesto para una gran comilona, o para tomar un bocadillo; la noción que tiene usted de un coche podría referirse a un utilitario, o un sedán lujosísimo. No obstante, el mapa se aproxima lo suficiente; la equivalencia compleja de usted se parece lo bastante a la mía como para que no tengamos demasiada dificultad en comunicarnos. El de los valores es el mapa más sutil entre todos, de tal manera que cuando yo le digo a usted cuáles son mis valores, usted opera con el mapa de un mapa. El de usted, su equivalencia compleja de cada valor, puede ser muy diferente del mío. Si usted y yo decimos que la libertad es nuestro valor principal, eso podría dar lugar a una relación y a un entendimiento entre los dos, porque ambos deseamos la misma cosa y estamos motivados en la misma dirección. Pero no es así de sencillo. Para mí la libertad puede significar hacer todo lo que quiera, cuando, donde, con quien y siempre que quiera. Para usted, la libertad puede significar que alguien se ocupe de su persona incesantemente, librándole así de las complicaciones que supone el vivir en un ambiente muy estructurado. Para un tercero, la libertad se hallaría sólo dentro de un orden político, en la disciplina necesaria para mantener un sistema político determinado.
En el terreno de las relaciones personales se observa a menudo la potencia explosiva de los valores y, al mismo tiempo, su delicadeza de matices. Una persona quizá se sienta traicionada debido a un fracaso amoroso. «Dijo que me amaba. ¡Qué ingenuidad la mía!», comenta. Para unos, el amor ha de ser un compromiso duradero; para otros, una unión breve pero intensa. Tal vez haya habido engaño, o tal vez sólo una equivalencia diferente de la palabra «amor» en el uno y el otro.
Por eso es absolutamente crucial llegar a construir un mapa tan exacto como sea posible y determinar cuál es el mapa de la otra persona. No basta con escuchar las palabras que usa; hay que entender lo que significan. Para ello, hay que preguntar con tanta flexibilidad e insistencia como sea necesario para llegar a formarse una equivalencia compleja y exacta de las jerarquías de valores.
Muy a menudo estas nociones difieren tanto que dos personas pueden no tener nada en común aunque profesen los mismos valores, y dos personas que profesan valores diferentes a lo mejor llegan a descubrir que en realidad desean lo mismo. Para uno, la diversión puede significar consumir drogas, quemar las noches en fiestas y bailar hasta la madrugada; para otro, la diversión consiste en escalar montañas, practicar el piragüismo y toda clase de actividades novedosas, excitantes o difíciles. Lo único que tienen en común esos valores es la palabra empleada para designarlos. Un tercero quizá diga que su valor más importante es vencer un desafío. A lo mejor eso también significa escalar montañas y descender por ríos de aguas bravas; en cuanto a la diversión, quizá la desprecie como una cosa frivola y desprovista de importancia. Y sin embargo, éste entiende por desafío exactamente lo mismo que el segundo individuo de nuestro ejemplo llamaba diversión. La comunidad de valores es la base para las relaciones definitivas. Si dos personas tienen valores totalmente asociados y coincidentes, su relación podrá durar mientras vivan; si sus valores son totalmente distintos, una relación duradera y armoniosa resultará poco probable. Sin embargo, son pocas las relaciones clasificables en una de estas categorías extremas.
Y así como las personas tienen ideas diferentes acerca de lo que significan los valores, también siguen caminos diferentes para determinar si esos valores están siendo satisfechos. En el plano personal, la detección de un «procedimiento de confirmación» figura entre las operaciones más valiosas para planear metas y fijar objetivos. Éste es un ejercicio útil: tome cinco valores de entre los más importantes para usted, e idee un procedimiento de confirmación. ¿Qué debería suceder para que usted sepa si sus valores se cumplen o encuentran satisfacción? Anote ahora los resultados en un papel, y calibre si el procedimiento de confirmación que usted utiliza le ayuda o supone una traba.
Todos conocemos a personas que viven pendientes de un resultado, de algo que simboliza un valor máximo para ellas. Y luego, cuando lo consiguen, descubren que eso no significaba nada en realidad. Es que sus valores han cambiado, pero el procedimiento de confirmación continuó existiendo independientemente. Algunos tienen un procedimiento de confirmación que no va unido a ninguna clase de valor; saben lo que quieren, pero no saben por qué. Así que cuando lo consiguen se produce como un espejismo; por motivos culturales se convencieron de algo que no deseaban en realidad. La incongruencia entre los valores y los comportamientos es uno de los grandes temas de la literatura y del cine.
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no hay nada de malo en tener un objetivo, pero nos exponemos a muchas frustraciones si asociamos nuestros valores a una imagen demasiado concreta, pues con ella descartamos el 99 por ciento de las personas, las cosas o las experiencias que podrían satisfacernos
En cualquier caso, es de importancia capital que conozcamos cuáles son nuestros valores más altos, de manera que las líneas de conducta que elijamos estén de acuerdo con ellos. De lo contrario, tendríamos que pagar más adelante el precio emocional por no habernos atenido a lo que era más importante en nuestra vida. Los comportamientos asociados a valores más altos en la escala priman sobre los ligados a valores de menor entidad.
Ahora es posible que una relación amorosa sirva para proporcionarnos seguridad, recursos y alegrías, de modo que disfrutemos de una libertad más duradera que la posibilidad de meternos en la cama con cualquier persona a la que acabemos de conocer. La congruencia se obtiene así, esencialmente, mediante un proceso de redefinición del marco en que se sitúa una experiencia. A veces la incongruencia procede, no de los valores mismos, sino de los procedimientos de confirmación de diferentes valores. El éxito y la espiritualidad, por ejemplo, no generan necesariamente incongruencia. Usted puede ser un gran triunfador y no por ello dejar de tener una rica vida espiritual- Pero ¿qué ocurre si su confirmación del éxito consiste en poseer una gran mansión, mientras que su confirmación de la espiritualidad exige un estilo de vida sencillo y austero? Tendrá que redefinir sus procedimientos de confirmación, o reenmarcar la percepción; de lo contrario, quizá se condenaría a un conflicto interior que le agobiaría durante toda la vida. En este punto quizá sea útil recordar el sistema de creencias que utilizó W. Mitchell para ayudarse a vivir una vida rica y feliz pese a unas circunstancias que hubieran parecido limitativas a cualquiera. Es decir, que la relación entre dos factores nunca puede ser absoluta. Para él quedar paralítico no significó estar condenado a la infelicidad. Tener mucho dinero no significa estar cerrado a las cosas del espíritu, como tampoco el vivir con austeridad es necesariamente una garantía de espiritualidad.
no estábamos en condiciones de utilizar su tremendo poder. En el terreno personal, el conocimiento de los valores tiene efectos similares: cuando afloran al nivel consciente nos permiten alcanzar resultados inauditos. Podemos tocar teclas cuya existencia desconocíamos. Recordemos que los valores son sistemas de creencias que ejercen efectos globales. De manera que al modificarlos (bien sea para eliminar conflictos o para reforzar los valores de signo positivo), llegamos a introducir cambios profundos en toda nuestra vida.
Tomemos como ejemplo el caso de un cliente mío, cuyo valor número uno era la utilidad. El amor ocupaba el escalón número nueve. Como es fácil imaginar, semejante jerarquía no le creaba muchas relaciones con otros seres humanos, pese a su abundante actividad. Hallé que se representaba ese valor primordial, la utilidad, como una imagen a gran tamaño, corrida a la derecha, muy brillante y asociada con un tono característico. Después de compararla con su modo de representarse un valor mucho menos significativo para él, el amor (una imagen pequeña, en blanco y negro, en un lugar más bajo, oscura, escasamente contrastada y desenfocada), mi tarea se redujo a configurar las submodalidades del valor menos apreciado a semejanza de las del más apreciado, y viceversa, estabilizándolas por medio del llamado «patrón tristras» en sus nuevas posiciones. Así cambiamos su percepción de estos valores. La jerarquía quedó modificada y el amor pasó a ser su valor principal.
Cambiar la escala de valores de un individuo puede traer consecuencias de mucho alcance sin que ello se advierta en seguida. Por lo general, es mejor tratar de descubrir Jos procedimientos de confirmación de una persona y, por tanto, su percepción de si sus actos van de acuerdo con sus valores o no, antes de atacar la escala de propiedades propiamente dicha. Creo que es fácil ver la utilidad del método para las relaciones personales. Supongamos que el valor primordial de una persona fuese la atracción, el segundo una comunicación sincera, el tercero la creatividad y el cuarto el respeto. Sin modificar la relación, dispondríamos de dos posibles vías para generar sentimientos de satisfacción en ella. Una consistiría en hacer del respeto el valor número uno, y pasar la atracción al cuarto lugar. De este modo, podríamos ayudar a alguien que hubiese dejado de sentir atracción hacia su pareja, al convencerle de que tal sentimiento era menos importante que su respeto hacia ella; pues, mientras la respetara, le parecería ver satisfecha su propia necesidad primordial.
Pero si permanecemos atentos a lo que ocurre, nos será más fácil superarlo y dirigir el cambio en alguna medida. Si advertimos la incongruencia pero no sabemos comprenderla, a menudo emprenderemos acciones equivocadas. Nos pondremos a fumar, a beber, a intentar todo eso que uno hace para aliviar la frustración del que no entiende nada. Queda dicho que el primer paso para vencer los conflictos entre valores es entenderlos. La Fórmula del Éxito Definitivo se verifica para los valores lo mismo que para todo lo demás. Es necesario saber lo que uno quiere: nuestros valores primordiales y la jerarquía de los mismos. Y hay que lanzarse a la acción. Y hay que desarrollar agudeza sensorial para saber hacia dónde se mueve uno; y la flexibilidad necesaria para cambiar. Si su conducta actual no armoniza con sus valores, cambie la conducta para resolver el conflicto
Un punto final digno de ser subrayado. No olvide que todos modelamos continuamente. Nuestros hijos, nuestros empleados y nuestros socios nos modelan de distintas maneras. Si queremos ser modelos eficaces, lo que más importa es representar unos valores fuertes y una conducta congruente. Modelar comportamientos, en efecto, es importante, pero los valores pasan por encima de casi todo lo demás. Si propugna uno la responsabilidad, mientras que su vida es un ejemplo de infelicidad y de confusión, los que le contemplan como un modelo asociarán la idea de la responsabilidad con la de la infelicidad confusa; si propugna la responsabilidad y su vida refleja animación y alegría, usted suministra un modelo congruente que asocia la responsabilidad con la alegría.
Aqui un extracto de algunas ideas del libro pero te recomiendo comprarlo para que asi consigas obtener el máximo potencial. Un libro muy recomendado y con una excelente calidad y precio.
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Tony Robbins - poder sin limites - 18 - resumen
Tony Robbins - poder sin limites - 18 - resumen
¿Qué son los valores? Sencillamente, las creencias particulares, personales, individuales, que usted sustenta en relación con lo que le parece importante. Sus valores son sus sistemas de creencias sobre lo justo y lo injusto, lo bueno y lo malo. El psicólogo Maslow habla de los artistas, pero el argumento tiene validez universal. Nuestros valores son las cosas hacia las cuales hemos de tender necesariamente; de lo contrario, no nos sentimos plenamente realizados. La sensación de congruencia, de armonía y unidad personal con uno mismo deriva del sentimiento de estar realizando nuestros valores a través de nuestro comportamiento real. Incluso determinan aquello de lo que huiremos. Rigen todo nuestro estilo de vida. Determinan cómo reaccionaremos ante cualquier experiencia vital dada. Vienen a ser como el sistema operativo de un ordenador. Cuando usted introduce un programa, que el ordenador lo acepte o no y que lo use o no, dependerá del sistema operativo que traiga programado de fábrica. Los valores son como el sistema operativo del discernimiento en el cerebro humano
de dónde proceden esas instrucciones tan poderosas acerca de lo justo y lo injusto, lo bueno y lo malo, lo lícito y lo ilícito? Puesto que los valores son creencias concretas, de fuerte contenido emocional y vinculadas, deben proceder de las mismas fuentes que comentábamos en el capítulo sobre las creencias en general.
En realidad, la mayor parte de nuestros valores han sido programados por medio de esa técnica de premios (o recompensas) y castigos. Cuando crecimos un poco más, encontramos en el grupo de los compañeros otra fuente de valores.
Para entender cómo actúan los seres humanos, los valores son de utilidad primordial. Al objeto de tratar eficazmente con las personas hemos de saber qué es lo que más les importa, o sea concretar la jerarquía de valores por la que se guían. A falta de ello, tendremos una gran dificultad en comprender las conductas elementales de los demás. Por el contrario, una vez poseamos ese dato estaremos en condiciones de predecir cómo se comportará un individuo prácticamente ante cualquier conjunto de circunstancias.
Aunque tenga usted un millón de dólares, si su modo de vida está en conflicto con su valores, no vivirá feliz. Continuamente vemos ejemplos de ello, de personas con salud y fortuna que llevan sin embargo una vida mísera; por el contrario, puede uno sentirse realizado aunque sea pobre como una rata, si vive de acuerdo con sus valores. Aquí no se discute cuáles sean los valores correctos o equivocados. No pretendo imponer los míos al lector. Lo que sí importa es que sepa cuáles son los suyos, de manera que le guíen, le motiven y le ayuden en el plano más íntimo. Todos tenemos un valor supremo, lo que más deseamos en cualquier situación, bien sea una relación o un empleo. Puede ser la libertad, el amor, la emoción o la seguridad. Seguramente, al leer esta relación usted se habrá dicho: «Todo eso lo quiero yo». A los demás, por lo general, nos pasa lo mismo. Pero uno de los valores ocupa una posición relativa superior a la de todos los demás. En una amistad, unos buscarán estímulo intelectual, otros amor, otros una comunicación sincera y aun otros una sensación de seguridad. Muchos desconocen por completo cuál es su propia jerarquía o la de los seres queridos que les rodean. Tienen la vaga sensación de desear cariño, emociones o placeres, pero no saben cómo encajar todas esas piezas. Ahora bien, esas distinciones son totalmente críticas, puesto que determinan si las necesidades últimas del individuo van a verse satisfechas o no. ¿Cómo daremos satisfacción a las necesidades de otra persona, si no sabemos cuáles son? Y no conseguirá usted que nadie haga lo mismo con las suyas, ni podrá solucionar los conflictos internos, hasta que comprenda las jerarquías que intervienen en estas interacciones; para comprenderlas, lo primero que hay que hacer es definirlas. ¿Cómo descubrir cuál es la jerarquía de valores propia, o la de cualquier otra persona? En primer lugar, hay que colocar un marco alrededor de los valores que se buscan; es decir, situarlos en un contexto concreto. Están compartimentados, ya que muchos de nosotros tenemos valores diferentes para el trabajo, las relaciones o la familia. Hay que preguntar: «Para usted, ¿qué es lo más importante en una relación?». Nuestro interlocutor quizá diría: «Sentirme respaldado». Luego le preguntaríamos: «¿Por qué es importante el respaldo?». Una posible respuesta puede ser: «Demuestra que hay alguien que me quiere». Y entonces nosotros seguimos: «¿Qué es lo que más le importa en eso de ser querido por alguien?». Y la contestación: «La alegría que me produce». Mediante la repetición incesante de la pregunta «¿Qué es lo más importante?», empezará a definirse la lista de valores
Para otro, sin embargo, el respaldo puede ser incluso más importante que el amor (y quizá le sorprenda saber que muchas personas piensan así). Esta otra persona no creería que alguien la quisiera si no le respaldaba incondicionalmente; para ella no sería suficiente con sentirse amada, si no creyera poder contar con ese respaldo. Algunos individuos, antes que tolerar la transgresión de sus valores prefieren abandonar una relación. Por ejemplo, si el valor número uno de una persona es el respaldo, y no se siente respaldada, quizá ponga fin a esa relación; en cambio, otro para quien ese valor ocupase el tercero, el cuarto o el quinto lugar, siendo el amor lo primero, no abandonará la relación pase lo que pase... mientras se sienta amado.
La definición de una de sus propias jerarquías de valores es uno de los ejercicios más útiles que habrá aprendido en este libro
Ahora bien, si aprecia a las personas que colaboran con usttd, merece la pena... tanto en su propio interés como en el de ellas. No olvide que los valores tienen un poder emocional ;remendo. El que se limita a administrar desde el punto de T ista de sus propios valores y da por sentado que eso es suficiente para que le consideren justo, pasará mucho tiempo siniiéndose amargado y traicionado. En cambio, el que sabe tender el puente sobre las discrepancias de valores probablemente tendrá socios, amigos y familiares más satisfechos... y vivirá a su vez más contento. No es que sea fundamental er la vida el tener los mismos valores que los demás, pero sí el siber adaptarse a otras personas, comprender cuáles son sus valores y apoyarlos y colaborar con ellos.
El funcionamiento de los valores es tan delicado y complejo como todas las demás cosas que hemos venido tratando en este libro. Recordemos que cuando utilizamos palabras usamos un mapa, y que «el mapa no es el terreno». Si yo le digo que tengo hambre o ganas de dar una vuelta en coche, usted aún no dispone para guiarse |es decir, para entenderme| de otra cosa que un mapa. Tener hambre es estar dispuesto para una gran comilona, o para tomar un bocadillo; la noción que tiene usted de un coche podría referirse a un utilitario, o un sedán lujosísimo. No obstante, el mapa se aproxima lo suficiente; la equivalencia compleja de usted se parece lo bastante a la mía como para que no tengamos demasiada dificultad en comunicarnos. El de los valores es el mapa más sutil entre todos, de tal manera que cuando yo le digo a usted cuáles son mis valores, usted opera con el mapa de un mapa. El de usted, su equivalencia compleja de cada valor, puede ser muy diferente del mío. Si usted y yo decimos que la libertad es nuestro valor principal, eso podría dar lugar a una relación y a un entendimiento entre los dos, porque ambos deseamos la misma cosa y estamos motivados en la misma dirección. Pero no es así de sencillo. Para mí la libertad puede significar hacer todo lo que quiera, cuando, donde, con quien y siempre que quiera. Para usted, la libertad puede significar que alguien se ocupe de su persona incesantemente, librándole así de las complicaciones que supone el vivir en un ambiente muy estructurado. Para un tercero, la libertad se hallaría sólo dentro de un orden político, en la disciplina necesaria para mantener un sistema político determinado.
En el terreno de las relaciones personales se observa a menudo la potencia explosiva de los valores y, al mismo tiempo, su delicadeza de matices. Una persona quizá se sienta traicionada debido a un fracaso amoroso. «Dijo que me amaba. ¡Qué ingenuidad la mía!», comenta. Para unos, el amor ha de ser un compromiso duradero; para otros, una unión breve pero intensa. Tal vez haya habido engaño, o tal vez sólo una equivalencia diferente de la palabra «amor» en el uno y el otro.
Por eso es absolutamente crucial llegar a construir un mapa tan exacto como sea posible y determinar cuál es el mapa de la otra persona. No basta con escuchar las palabras que usa; hay que entender lo que significan. Para ello, hay que preguntar con tanta flexibilidad e insistencia como sea necesario para llegar a formarse una equivalencia compleja y exacta de las jerarquías de valores.
Muy a menudo estas nociones difieren tanto que dos personas pueden no tener nada en común aunque profesen los mismos valores, y dos personas que profesan valores diferentes a lo mejor llegan a descubrir que en realidad desean lo mismo. Para uno, la diversión puede significar consumir drogas, quemar las noches en fiestas y bailar hasta la madrugada; para otro, la diversión consiste en escalar montañas, practicar el piragüismo y toda clase de actividades novedosas, excitantes o difíciles. Lo único que tienen en común esos valores es la palabra empleada para designarlos. Un tercero quizá diga que su valor más importante es vencer un desafío. A lo mejor eso también significa escalar montañas y descender por ríos de aguas bravas; en cuanto a la diversión, quizá la desprecie como una cosa frivola y desprovista de importancia. Y sin embargo, éste entiende por desafío exactamente lo mismo que el segundo individuo de nuestro ejemplo llamaba diversión. La comunidad de valores es la base para las relaciones definitivas. Si dos personas tienen valores totalmente asociados y coincidentes, su relación podrá durar mientras vivan; si sus valores son totalmente distintos, una relación duradera y armoniosa resultará poco probable. Sin embargo, son pocas las relaciones clasificables en una de estas categorías extremas.
Y así como las personas tienen ideas diferentes acerca de lo que significan los valores, también siguen caminos diferentes para determinar si esos valores están siendo satisfechos. En el plano personal, la detección de un «procedimiento de confirmación» figura entre las operaciones más valiosas para planear metas y fijar objetivos. Éste es un ejercicio útil: tome cinco valores de entre los más importantes para usted, e idee un procedimiento de confirmación. ¿Qué debería suceder para que usted sepa si sus valores se cumplen o encuentran satisfacción? Anote ahora los resultados en un papel, y calibre si el procedimiento de confirmación que usted utiliza le ayuda o supone una traba.
Todos conocemos a personas que viven pendientes de un resultado, de algo que simboliza un valor máximo para ellas. Y luego, cuando lo consiguen, descubren que eso no significaba nada en realidad. Es que sus valores han cambiado, pero el procedimiento de confirmación continuó existiendo independientemente. Algunos tienen un procedimiento de confirmación que no va unido a ninguna clase de valor; saben lo que quieren, pero no saben por qué. Así que cuando lo consiguen se produce como un espejismo; por motivos culturales se convencieron de algo que no deseaban en realidad. La incongruencia entre los valores y los comportamientos es uno de los grandes temas de la literatura y del cine.
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no hay nada de malo en tener un objetivo, pero nos exponemos a muchas frustraciones si asociamos nuestros valores a una imagen demasiado concreta, pues con ella descartamos el 99 por ciento de las personas, las cosas o las experiencias que podrían satisfacernos
En cualquier caso, es de importancia capital que conozcamos cuáles son nuestros valores más altos, de manera que las líneas de conducta que elijamos estén de acuerdo con ellos. De lo contrario, tendríamos que pagar más adelante el precio emocional por no habernos atenido a lo que era más importante en nuestra vida. Los comportamientos asociados a valores más altos en la escala priman sobre los ligados a valores de menor entidad.
Ahora es posible que una relación amorosa sirva para proporcionarnos seguridad, recursos y alegrías, de modo que disfrutemos de una libertad más duradera que la posibilidad de meternos en la cama con cualquier persona a la que acabemos de conocer. La congruencia se obtiene así, esencialmente, mediante un proceso de redefinición del marco en que se sitúa una experiencia. A veces la incongruencia procede, no de los valores mismos, sino de los procedimientos de confirmación de diferentes valores. El éxito y la espiritualidad, por ejemplo, no generan necesariamente incongruencia. Usted puede ser un gran triunfador y no por ello dejar de tener una rica vida espiritual- Pero ¿qué ocurre si su confirmación del éxito consiste en poseer una gran mansión, mientras que su confirmación de la espiritualidad exige un estilo de vida sencillo y austero? Tendrá que redefinir sus procedimientos de confirmación, o reenmarcar la percepción; de lo contrario, quizá se condenaría a un conflicto interior que le agobiaría durante toda la vida. En este punto quizá sea útil recordar el sistema de creencias que utilizó W. Mitchell para ayudarse a vivir una vida rica y feliz pese a unas circunstancias que hubieran parecido limitativas a cualquiera. Es decir, que la relación entre dos factores nunca puede ser absoluta. Para él quedar paralítico no significó estar condenado a la infelicidad. Tener mucho dinero no significa estar cerrado a las cosas del espíritu, como tampoco el vivir con austeridad es necesariamente una garantía de espiritualidad.
no estábamos en condiciones de utilizar su tremendo poder. En el terreno personal, el conocimiento de los valores tiene efectos similares: cuando afloran al nivel consciente nos permiten alcanzar resultados inauditos. Podemos tocar teclas cuya existencia desconocíamos. Recordemos que los valores son sistemas de creencias que ejercen efectos globales. De manera que al modificarlos (bien sea para eliminar conflictos o para reforzar los valores de signo positivo), llegamos a introducir cambios profundos en toda nuestra vida.
Tomemos como ejemplo el caso de un cliente mío, cuyo valor número uno era la utilidad. El amor ocupaba el escalón número nueve. Como es fácil imaginar, semejante jerarquía no le creaba muchas relaciones con otros seres humanos, pese a su abundante actividad. Hallé que se representaba ese valor primordial, la utilidad, como una imagen a gran tamaño, corrida a la derecha, muy brillante y asociada con un tono característico. Después de compararla con su modo de representarse un valor mucho menos significativo para él, el amor (una imagen pequeña, en blanco y negro, en un lugar más bajo, oscura, escasamente contrastada y desenfocada), mi tarea se redujo a configurar las submodalidades del valor menos apreciado a semejanza de las del más apreciado, y viceversa, estabilizándolas por medio del llamado «patrón tristras» en sus nuevas posiciones. Así cambiamos su percepción de estos valores. La jerarquía quedó modificada y el amor pasó a ser su valor principal.
Cambiar la escala de valores de un individuo puede traer consecuencias de mucho alcance sin que ello se advierta en seguida. Por lo general, es mejor tratar de descubrir Jos procedimientos de confirmación de una persona y, por tanto, su percepción de si sus actos van de acuerdo con sus valores o no, antes de atacar la escala de propiedades propiamente dicha. Creo que es fácil ver la utilidad del método para las relaciones personales. Supongamos que el valor primordial de una persona fuese la atracción, el segundo una comunicación sincera, el tercero la creatividad y el cuarto el respeto. Sin modificar la relación, dispondríamos de dos posibles vías para generar sentimientos de satisfacción en ella. Una consistiría en hacer del respeto el valor número uno, y pasar la atracción al cuarto lugar. De este modo, podríamos ayudar a alguien que hubiese dejado de sentir atracción hacia su pareja, al convencerle de que tal sentimiento era menos importante que su respeto hacia ella; pues, mientras la respetara, le parecería ver satisfecha su propia necesidad primordial.
Pero si permanecemos atentos a lo que ocurre, nos será más fácil superarlo y dirigir el cambio en alguna medida. Si advertimos la incongruencia pero no sabemos comprenderla, a menudo emprenderemos acciones equivocadas. Nos pondremos a fumar, a beber, a intentar todo eso que uno hace para aliviar la frustración del que no entiende nada. Queda dicho que el primer paso para vencer los conflictos entre valores es entenderlos. La Fórmula del Éxito Definitivo se verifica para los valores lo mismo que para todo lo demás. Es necesario saber lo que uno quiere: nuestros valores primordiales y la jerarquía de los mismos. Y hay que lanzarse a la acción. Y hay que desarrollar agudeza sensorial para saber hacia dónde se mueve uno; y la flexibilidad necesaria para cambiar. Si su conducta actual no armoniza con sus valores, cambie la conducta para resolver el conflicto
Un punto final digno de ser subrayado. No olvide que todos modelamos continuamente. Nuestros hijos, nuestros empleados y nuestros socios nos modelan de distintas maneras. Si queremos ser modelos eficaces, lo que más importa es representar unos valores fuertes y una conducta congruente. Modelar comportamientos, en efecto, es importante, pero los valores pasan por encima de casi todo lo demás. Si propugna uno la responsabilidad, mientras que su vida es un ejemplo de infelicidad y de confusión, los que le contemplan como un modelo asociarán la idea de la responsabilidad con la de la infelicidad confusa; si propugna la responsabilidad y su vida refleja animación y alegría, usted suministra un modelo congruente que asocia la responsabilidad con la alegría.
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