Nosotros usaremos la palabra abandono, palabra muy equívoca, siempre que la pronunciamos surge en los oyentes una serie de desinteligencias. Para algunos abandonarse equivale a pasividad, resignación, fatalismo, cruzarse de brazos. Tenemos que decir desde el primer momento que no se trata de un abandono pasivo sino dinámico, no solo eso, la vivencia del abandono coloca a las personas a su máximo nivel de productividad, de eficacia y potencialidad, dicho esto así de entrada puede chocar, pero ya se puede comprender que si se trata de abandonar lo más negativo del corazón, el resultado será eminentemente positivo.
En todo acto de abandono existe un NO y un SÍ. Porque existe un NO, por eso hablamos de experiencia oblativa, porque hay un morir a los impulsos más destructivos del corazón. NO a lo que yo quería o hubiese querido. ¿Qué hubiese querido?
– Venganza contra ese tipo que me ofendió: NO a esa venganza.
– Resentimiento porque todo me sale mal en la vida: NO a ese resentimiento.
– Vergüenza por ser yo tan poca cosa: NO a esa vergüenza.
– Lástima que hubiese sucedido eso. Eso ya sucedió, es un hecho consumado, no podemos volver atrás: NO a esa lástima.
Y así en el abanico general de la vida vamos diciendo NO, vamos muriendo a todo brote agresivo y negativo del corazón. Ya pueden imaginar que el resultado será eminentemente positivo.
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http://www.youtube.com/view_play_list?p=6F598EB979BA59D6Soltar… lo viejo, lo que no está en sintonía con nuestro ser, lo que nos hace sufrir… Pensamos en soltar como sinónimo de dejar ir, y a veces lo confundimos con no enfrentarnos con lo que sucede, no sostenerlo o no abrirnos a la experiencia en todo su esplendor.
La Dra. Matilde de Torres nos plantea las siguientes preguntas: ¿Por qué tenemos que aprender a soltar? ¿Cuándo dejamos de saber hacerlo? De nuevo la mirada hacia afuera nos da la pista.
No podemos soltar lo que creemos que somos. Si creo que soy mis posesiones, no las suelto, si creo que soy mi mente y sus creencias, no las suelto. Pero el crecimiento es soltar, a veces por discernimiento pero la mayor parte de las veces por saturación de sufrimiento. Soltar es rendirse a lo que es y confiar, vivir lo que surja en mi vida evitando las resistencias, lo que no quiere decir estar de acuerdo o que sea justo lo que me ocurre, quiere decir entender qué hay detrás, qué aprendizaje conlleva y actuar en consecuencia.
Por último, la psicóloga Charo Cuenca nos aporta la visión sistémica del soltar. Nacer es soltar… soltar una zona confortable, atravesar un angustioso túnel y llegar a una zona nueva. Y la vida, crecer, será un continuo soltar, atravesar túneles y llegar a lo nuevo que será más o menos agradable. Podemos resistirnos e intentar quedarnos en ese útero confortable, pero la vida no nos va a dejar, nos empujará de una manera o de otra. El ego no quiere crecer, se resiste, le gusta el control y la seguridad, tratará de que no vayas, surgirán miedos… Pero la vida tiende al crecimiento. Esta mirada sistémica puede dar luz a patrones familiares desordenados, a la ruptura de las leyes de pertenencia, jerarquía o compensación de Hellinger, a esos roles que desempeñamos y no nos corresponden, para dejar de mantenerlos, para soltarlos y dirigirnos hacia nuestro lugar adulto y consciente.
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