¿ que es el ego ?




¿ que es el ego ?




El ego te puede estar engañando toda la vida. Hacer caso a la voz de la mente, muchas veces es el camino de cometer cientos de errores.
Una cosa es el razonamiento logico, que es una tarea que cuesta esfuerzo. Y otras es navegar por los pensamientos automaticos que vienen. Ahi muchas veces pensaremos que otras personas han sido injustas con nosotros, o que debiamos haber tenido mas exito en esto o aquello. Esta si es la voz de la mente, del ego, y muchas veces nos hace equivocarnos.

La voz de la mente muchas veces es el camino de la ausencia de logica y de hacer cosas estúpidas.
---------------------------------

¿ es bueno tener ego ?

El ego está formado por la mente y el cuerpo, lo necesitamos para caminar en este mundo. Solo que es muy listo y se sale de control del Ser, del Alma, que eres tú, habrá que reconocer su juego y alinearlo a la Conciencia. Para eso hay que despertar al Conocimiento y Conciencia de uno mismo, así podrás ver al ego y lo que hace y alinearlo a tu Ser.


-------------

fuente: Enrique Martinez Lozano

Lo que llamamos “yo” no es otra cosa que el centro operacional de nuestra vida cognitiva y emocional, asociado a nuestro cuerpo. Cuerpo, mente y psiquismo, unificados gracias a la autoconsciencia –la consciencia una que, con la aparición de la mente, empieza a hacerse consciente de sí misma-, empiezan a ser percibidos como si de una identidad separada se tratara; identidad a la que se le da el nombre de “yo”.

A partir de ese momento, los seres humanos empiezan a organizar su vida en torno a esa supuesta identidad, como si en ella les fuera la vida, dado que previamente se han reducido a la misma. La creencia incuestionada ha terminado convirtiendo la ficción en una (aparente) “evidencia” del sentido común.

------

La respuesta es simple: con la emergencia de la mente, dentro del proceso evolutivo, la consciencia vuelve sobre sí misma (reflexiona), haciendo posible que la mente se apropie de sus contenidos y, gracias a la memoria, le sea posible construir una sensación de continuidad, en la que termina reconociéndose como el sujeto estable de la misma.

La conclusión no podía ser otra: el ser humano –que, por otra parte, no puede negar su consciencia de ser “sujeto”- se otorga una identidad separada (“yo”) a la que considera el principio activo y permanente a lo largo de toda su peripecia vital.

La aparición de la mente ha hecho posible que, al sentirse actuar y recordar lo actuado, la persona haya atribuido a esa acción un sentido de agencia, de ser sujeto actuante, un “yo” con el que ha terminado identificado.

Si a esto añadimos todo lo vivido en el proceso de socialización desde el primer momento de su existencia, es muy fácil comprender hasta qué punto vivimos y organizamos nuestra vida –pensamientos, creencias, acciones, reacciones…- como si realmente fuéramos ese yo individual, que se ha plasmado en un nombre –otro pensamiento más- y en un número de identificación

---

Nuestra verdadera identidad es la misma que la de todo lo real; no podría ser de otro modo. El gran místico cristiano del siglo XIII, el Maestro Eckhart, lo repetía con aquella expresión contundente: “Mi suelo y el de Dios son el mismo”. Somos consciencia que, temporalmente, se expresa en este organismo psicofísico. Hay, por tanto, sensaciones, sentimientos, emociones, pensamientos, recuerdos, experiencia de muchos tipos…, pero no existe ningún “yo” separado.

La sabiduría –o el llamado “despertar”- no es otra cosa que caer en la cuenta del engaño de aquella identificación, percibiendo nuestra verdadera naturaleza.

Ciertamente, tendremos que cuidar de una manera adecuada nuestro psiquismo, favoreciendo su integración y armonía. Pero, de la misma manera que el cuidado del cuerpo no hace que nos identifiquemos con él, la atención a la mente y al psiquismo no tiene por qué implicar que nos reduzcamos a ellos.

---

A partir de ahí, seguimos usando la mente como una herramienta preciosa para todo aquello que nos puede servir, pero hemos superado la trampa de reducirnos a ella. Al mismo tiempo, dejamos de atribuirle valor absoluto a sus ideas y creencias, porque sabemos que en ese terreno fácilmente yerra, debido a su inevitable limitación.

Mientras tanto, en el camino, la práctica meditativa busca liberarnos de aquella falsa identificación. Al hacernos diestros en dejar caer los pensamientos –el propio “yo” es solo un pensamiento o una etiqueta más-, vamos quitando los velos que opacan y oscurecen nuestra visión, permitiendo que aflore resplandeciente nuestra radiante identidad.

fuente: Enrique Martinez Lozano


Comentarios