Robert Maurer. Un pequeño paso pueda cambiar
Pequeñas preguntas:
Tu cerebro ama las
preguntas y no desea rechazarlas… a menos que la pregunta sea tan importante
como para disparar el miedo. Preguntas del estilo “¿Cómo conseguiré estar flaco
(o ser rico o casarme) al final de este año?” o “¿Qué producto nuevo conseguirá
que la compañía ingrese un millón de dólares?” son enormes y alarmantes. Como
las preguntas de Patrick a su equipo, generan miedo en cualquiera que las
reciba, incluso si semejantes preguntas nos las hacemos a nosotros mismos. En
lugar de responder con alegría, nuestro cerebro, al sentir temor, suprime la
creatividad y cierra el acceso a la corteza cerebral (la parte pensante del
cerebro) cuando más la necesitamos. Una de las capacidades del cerebro —la
posibilidad de encerrarse para autoprotegerse en momentos de peligro— se
convierte en este caso en un obstáculo insuperable.
Al hacer preguntas
pequeñas y amables, mantenemos la reacción de lucha o huida desconectada.
Preguntas kaizen tales como “¿Cuál es el paso más pequeño que puedo dar para
ser más eficiente?” o “¿Qué puedo hacer durante cinco minutos al día para
reducir la deuda de mi tarjeta de crédito?” nos permiten evitar nuestros
miedos. Posibilitan que el cerebro se concentre en la resolución de los problemas
y, eventualmente, en la acción. Haz una pregunta con la frecuencia suficiente y
descubrirás que tu cerebro va almacenando las preguntas, reflexionando sobre
ellas y, finalmente, generando algunas respuestas interesantes y útiles.
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