Russ Harris - la trampa de la felicidad

 

Russ Harris - la trampa de la felicidad

Cómo juzgas tus emociones

Una razón por la que tendemos a juzgar ciertas emociones como «malas» o «negativas» es que nos

resultan desagradables. Nos producen sensaciones físicas desagradables. Esas sensaciones no nos

gustan y, por consiguiente, no las queremos. Por otra parte, las sensaciones agradables sí nos

gustan, así que, como es natural, queremos experimentar más de ésas.


Si juzgas una emoción como «buena», lo más probable es que te esfuerces por sentirla con

mayor frecuencia. Si, por el contrario, la consideras «mala», probablemente intentarás librarte de

ella. Por lo tanto, el hecho de juzgar te predispone a luchar contra tus sentimientos.

En ACT, propugnamos que dejes de lado los juicios acerca de las emociones y que veas estas

últimas como lo que son: una corriente de sensaciones e impulsos que cambian sin cesar y que

atraviesan constantemente tu cuerpo. El simple hecho de que algunas de estas sensaciones e

impulsos sean desagradables no significa que sean «malas». Por ejemplo, si creciste en una

familia cuyos miembros no expresaban abiertamente el amor y el afecto, puede que encuentres

molestos los sentimientos de amor. Pero… ¿significa esto que son «malos»? ¿Y no te parece

interesante que mucha gente considere el miedo como una emoción «mala» y, sin embargo, pague

un buen dinero para ver una película de terror o leer un libro de suspense, precisamente para

experimentar ese mismo sentimiento? Por consiguiente, ninguna emoción es «mala» en sí misma.

«Malo» es sólo un pensamiento: un juicio emitido por nuestro yo pensante. Pero si nos fusionamos

con él, si nos creemos al pie de la letra que el sentimiento en cuestión es «malo», como es natural

lucharemos contra él con mucho mayor empeño. (Y ya sabemos a dónde nos conduce esto.)

Cualquier estrategia de de-fusión puede ayudarte a abordar pensamientos inútiles acerca de

tus emociones. Por ejemplo, supón que tu mente dice: «No puedo soportar este sentimiento.» En

tal caso, podrías reconocer: «Estoy teniendo el pensamiento de que no puedo soportar este

sentimiento.» O, simplemente, podrías contestar: «¡Gracias, mente!»

Una estrategia para lidiar específicamente con los juicios es ponerles la etiqueta de juicios.

Imagínate que tu mente dice: «Esta ansiedad es terrible.» Entonces, podrías reconocer: «Estoy

formulando el juicio “Esta ansiedad es terrible”.» O supón que tu mente dice: «Este sentimiento de

culpa es espantoso.» Tú podrías reconocer: «Estoy formulando el juicio “Este sentimiento de

culpa es espantoso”.»

El hecho de utilizar esta frase te hace mucho más consciente del proceso de juzgar. Entonces,

puedes decidir hasta qué punto te crees estos juicios. Como alternativa, cada vez que te des cuenta

de que has formulado un juicio, puedes decirte en silencio a ti mismo: «Estoy juzgando…», y

dejarlo estar ahí.

Fíjate en que he dicho que el objetivo es dejar que los juicios se queden ahí, no que hay que

cesar de juzgar. Tu yo pensante es un experto en emitir juicios y nunca dejará de hacerlo durante

mucho tiempo. Pero puedes aprender a permitir cada vez más que los juicios permanezcan ahí,

simplemente de-fusionándote de ellos, como en los ejemplos que acabo de mencionar.

Pero ¿qué sucede si la emoción es realmente horrible? En tal caso, volvemos a la actitud

pragmática: ¿se trata de un pensamiento útil? Si te fusionas con el pensamiento «¡Es horrible!»,

¿ello te ayudará a enfrentarte a tus emociones o sólo hará que te sientas peor?

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