Habitos atomicos - resumen cap 4 - modo automatico de habitos inadecuados

 

fuente extracto:

James Clear - habitos atomicos



cap 4

RESUMEN DEL CAPÍTULO

◆ Con suficiente práctica, tu cerebro aprenderá las señales que predicen ciertos resultados

sin que tengas que pensar en ello de manera consciente.

◆ Una vez que los hábitos se vuelven automáticos, dejamos de prestar atención a lo que

estamos haciendo.

◆ El proceso de cambio de conductas siempre inicia al tomar conciencia. Debes estar

consciente de tus hábitos antes de que puedas cambiarlos.

◆ La estrategia Pointing-and-Calling [señalar y verbalizar] eleva el nivel de tu conciencia y

lleva tus hábitos desde un punto en que son inconscientes hasta un punto consciente mediante

la verbalización de tus acciones.

◆ El Registro de hábitos es un simple ejercicio que puedes usar para adquirir conciencia de

tu conducta.




Considera el hambre, por ejemplo. ¿Cómo sabes cuando tienes hambre? No necesariamente

tienes que ver una galleta en la mesa para darte cuenta de que es hora de comer. El apetito y el

hambre están gobernados por el cerebro de manera inconsciente. Tu cuerpo tiene una variedad de

circuitos de retroalimentación que gradualmente envían señales de alerta cuando es el momento de

comer otra vez, al tiempo que siguen la pista de lo que sucede a tu alrededor y dentro de ti. El

anhelo puede iniciarse gracias a las hormonas y los químicos que circulan a través de tu cuerpo.

De pronto sientes hambre, aunque no estés seguro de qué fue lo que provocó la sensación.

Esta es una de las más sorprendentes características de nuestros hábitos: no tienes que estar

consciente de la señal para que el hábito comience. Puedes advertir una oportunidad y comenzar a

actuar sin dedicarle un momento de atención consciente al hecho. Esto es lo que hace que los

hábitos sean útiles.

Esta característica también hace que los hábitos sean peligrosos. Conforme los hábitos se

forman, tus acciones quedan supeditadas a la dirección de tu mente inconsciente y automática.

Caes en patrones antiguos antes de que te des cuenta de lo que está pasando. A menos de que

alguien te lo señale, puede que no te des cuenta de que te cubres la boca con la mano cada vez que

te ríes, de que te disculpas antes de hacer una pregunta, o de que tienes el hábito de completar la

última parte de las oraciones de las personas con las que hablas. Y entre más repites estos

patrones de conducta, es menos probable que te llegues a preguntar qué estás haciendo y por qué

lo estás haciendo.

Una vez escuché una anécdota acerca de un vendedor de una tienda departamental que había

sido instruido para que destruyera con unas tijeras las tarjetas de regalo de los clientes una vez

que hubieran gastado todo el saldo. En una ocasión, el vendedor atendió a varios clientes que

pagaron sucesivamente con tarjetas de regalo. Cuando atendió al siguiente cliente, el vendedor

pasó por la máquina la tarjeta de crédito con la que le pagó, tomó las tijeras y la cortó en dos,

totalmente en automático, sin siquiera voltear a ver al cliente que lo miraba azorado.6

Otra mujer a la que conocí durante mi investigación había sido maestra de jardín de niños que

cambió de profesión y había comenzado a trabajar para una corporación. A pesar de que ya estaba

trabajando con adultos, sus antiguos hábitos seguían apareciendo y, sin darse cuenta, les

preguntaba a sus colegas si se habían lavado las manos después de ir al baño.7 También di con la

historia de un hombre que había pasado años trabajando como salvavidas y que de cuando en

cuando, gritaba «¡Camina!» cuando veía a un niño corriendo.8

Con el tiempo, las señales que desencadenan nuestros hábitos se vuelven tan comunes que son

esencialmente invisibles: las golosinas en el aparador de la cocina, el control del televisor junto

al sillón, el teléfono en el bolsillo. Nuestras respuestas a estas señales están tan profundamente

codificadas en nuestro cerebro que puede parecer que la urgencia de actuar surge de la nada. Por

esta razón debemos comenzar el proceso de cambio de conductas con plena conciencia.

Antes de que podamos construir nuevos hábitos de manera efectiva, necesitamos tener nuestros

hábitos actuales bajo control. Esto puede ser más desafiante de lo que aparenta porque una vez

que un hábito está firmemente enraizado en nuestra vida, por lo regular es inconsciente y

automático. Si un hábito permanece inconsciente, no puedes esperar cambiarlo para mejorar.

Como el psicólogo Carl G. Jung decía: «Mientras no logres transformar lo inconsciente en

consciente, lo inconsciente guiará tu vida y tú lo llamarás destino».

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Entre más automática se vuelve una conducta, hay menos probabilidades de que pienses en ella

de manera consciente. Y cuando hemos hecho algo miles de veces antes, empezamos a dejar de

fijarnos en los detalles. 

 Estamos tan acostumbrados a hacer lo que siempre hemos hecho que no nos detenemos a

preguntarnos si lo que estamos haciendo es lo correcto. Muchos de los fracasos de nuestro

desempeño se pueden atribuir a la falta de autoconciencia.

Uno de nuestros grandes retos al cambiar nuestros hábitos es mantenernos conscientes de lo que

estamos haciendo. Esto nos ayuda a explicar por qué las consecuencias de los malos hábitos

pueden colarse tan fácilmente. Necesitamos aplicar en nuestra vida cotidiana un sistema de

señalar y nombrar. Ese es el origen del Registro de hábitos, el cual es un sencillo ejercicio que

puedes usar para estar más consciente de tus conductas habituales. 


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James Clear - habitos atomicos

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