Extracto - Johann Wolfgang

 



Las penas del joven Werther: 


Conozco mucha gente, pero no tengo compañeros. No sé qué

atractivo pueda haber en mi trato con los hombres; muchos me

muestran afecto y hasta se complacen con mi amistad, pero

veo siempre con pena que nuestros caminos difieren y no tardo

en alejarme.


Si me preguntas cómo son las personas de este país, diré que

iguales a todas. ¡El género humano es una cosa tan monótona!

Casi todos trabajan la mayor parte del tiempo para vivir y su

poco tiempo libre les pesa de tal modo, que buscan con ahínco

el medio de usarlo en algo.

¡Oh, destino del hombre!


Sin embargo, estas personas son bienintencionadas. A veces,

me olvido de mí y acudo a gozar con ellos los extraños placeres

que a los mortales se conceden. Ya me siente en una mesa bien

provista, en la que reinan cordialidad y alegría; ya demos un

paseo en coche o improvisemos algún baile, cuando se

presenta la ocasión propicia, sin preparativos de ningún tipo,

esto me produce los mejores efectos; sólo que entonces es

necesario olvidar y no recordar que hay en mí una gran

cantidad de facultades latentes, que me veo obligado a ocultar

con el mayor cuidado. ¡Ah, esto me oprime el corazón en alto grado! ¡Y sin embargo… no tener comprensión es nuestro destino!



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Las buenas gentes de la localidad me van conociendo y me

quieren, sobre todo los niños. Al principio, cuando me acercaba

a ellos y les hacía algunas preguntas con cariño, imaginaban

que quería burlarme y me contestaban con brusquedad, casi

brutalmente.

No me enojaba por eso, pero no dejé de sentir vivamente la

verdad de una observación que antes había hecho: que ciertas

personas de alta sociedad se apartaban de sus inferiores, como

si el acercarse a ellos o dejar que se les acercaran debiera

robarles la dignidad; y algunos casquivanos o majaderos se

divierten y complacen en fingir familiaridad

con el vulgo para hacerle sentir después su desprecio de

manera asertiva.

Sé que no todos somos iguales ni podemos serlo; pero sostengo

que quien se crea obligado a alejarse de lo que se llama el

pueblo para mantenerlo respetado, no vale más que el cobarde

que se oculta del enemigo, por miedo a que se le venza



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Conozco mucha gente, pero no tengo compañeros. No sé qué

atractivo pueda haber en mi trato con los hombres; muchos me

muestran afecto y hasta se complacen con mi amistad, pero

veo siempre con pena que nuestros caminos difieren y no tardo

en alejarme.

Si me preguntas cómo son las personas de este país, diré que

iguales a todas. ¡El género humano es una cosa tan monótona!

Casi todos trabajan la mayor parte del tiempo para vivir y su

poco tiempo libre les pesa de tal modo, que buscan con ahínco

el medio de usarlo en algo

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El que por complacer a los demás contra su gusto y

sin necesidad, se fatiga persiguiendo la fortuna, los honores o

cualquier otra cosa, es siempre un loco


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