Las penas del joven Werther:
Conozco mucha gente, pero no tengo compañeros. No sé qué
atractivo pueda haber en mi trato con los hombres; muchos me
muestran afecto y hasta se complacen con mi amistad, pero
veo siempre con pena que nuestros caminos difieren y no tardo
en alejarme.
Si me preguntas cómo son las personas de este país, diré que
iguales a todas. ¡El género humano es una cosa tan monótona!
Casi todos trabajan la mayor parte del tiempo para vivir y su
poco tiempo libre les pesa de tal modo, que buscan con ahínco
el medio de usarlo en algo.
¡Oh, destino del hombre!
Sin embargo, estas personas son bienintencionadas. A veces,
me olvido de mí y acudo a gozar con ellos los extraños placeres
que a los mortales se conceden. Ya me siente en una mesa bien
provista, en la que reinan cordialidad y alegría; ya demos un
paseo en coche o improvisemos algún baile, cuando se
presenta la ocasión propicia, sin preparativos de ningún tipo,
esto me produce los mejores efectos; sólo que entonces es
necesario olvidar y no recordar que hay en mí una gran
cantidad de facultades latentes, que me veo obligado a ocultar
con el mayor cuidado. ¡Ah, esto me oprime el corazón en alto grado! ¡Y sin embargo… no tener comprensión es nuestro destino!
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Las buenas gentes de la localidad me van conociendo y me
quieren, sobre todo los niños. Al principio, cuando me acercaba
a ellos y les hacía algunas preguntas con cariño, imaginaban
que quería burlarme y me contestaban con brusquedad, casi
brutalmente.
No me enojaba por eso, pero no dejé de sentir vivamente la
verdad de una observación que antes había hecho: que ciertas
personas de alta sociedad se apartaban de sus inferiores, como
si el acercarse a ellos o dejar que se les acercaran debiera
robarles la dignidad; y algunos casquivanos o majaderos se
divierten y complacen en fingir familiaridad
con el vulgo para hacerle sentir después su desprecio de
manera asertiva.
Sé que no todos somos iguales ni podemos serlo; pero sostengo
que quien se crea obligado a alejarse de lo que se llama el
pueblo para mantenerlo respetado, no vale más que el cobarde
que se oculta del enemigo, por miedo a que se le venza
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Conozco mucha gente, pero no tengo compañeros. No sé qué
atractivo pueda haber en mi trato con los hombres; muchos me
muestran afecto y hasta se complacen con mi amistad, pero
veo siempre con pena que nuestros caminos difieren y no tardo
en alejarme.
Si me preguntas cómo son las personas de este país, diré que
iguales a todas. ¡El género humano es una cosa tan monótona!
Casi todos trabajan la mayor parte del tiempo para vivir y su
poco tiempo libre les pesa de tal modo, que buscan con ahínco
el medio de usarlo en algo
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El que por complacer a los demás contra su gusto y
sin necesidad, se fatiga persiguiendo la fortuna, los honores o
cualquier otra cosa, es siempre un loco
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