fuente :
libro,
Michael Singer - liberación del alma
ubicacion: 1556 en kinlde ebook
Cuando haces algo que tensa demasiado tu brazo, este te empieza a doler. El cuerpo se comunica a través de su lenguaje universal, que es el dolor. Tu psique también se comunica a través de su lenguaje universal, que en su caso es el miedo; y resulta que la inhibición, los celos, la inseguridad o la ansiedad son todos ellos diversas formas de miedo. Si maltratas a un animal, se torna temeroso. Esto mismo es lo que le ocurre a tu psique. La has maltratado cargándola de una responsabilidad que le resulta incomprensible.
Detente un momento y observa qué le has encargado a tu mente. Le has dicho: «Quiero gustar a todo el mundo. No quiero que nadie hable mal de mí. Quiero que todo lo que digo y hago sea aceptable y agradable para todos. No quiero que nadie me hiera. No quiero que ocurra nada que no me guste, y en cambio quiero que ocurra todo lo que me gusta».
Y después le dices: «Ahora, mente, encuentra el modo de hacer que todas y cada una de estas cosas se hagan realidad, aunque para ello tengas que pensar día y noche sin parar». Y, por supuesto, tu mente dice: «Me pongo a la tarea. Trabajaré en ello constantemente». ¿Te imaginas qué pasaría si alguien tratara de asumir toda esa responsabilidad? La mente tiene que intentar hacer las cosas de tal modo que todo lo que digas lo digas correctamente, se comprenda correctamente y tenga el efecto adecuado en todos.
Tiene que asegurarse de que todo lo que hagas sea visto e interpretado de la manera correcta, y de que nadie haga nada que pueda herirte. Tiene que asegurarse de que consigues todo lo que quieres y de que nunca te llegue nada que no desees. La mente está intentando darte consejos constantemente acerca de cómo lograr que todo esté bien, por eso está tan activa.
Le has encomendado una tarea imposible de realizar. Es lo equivalente a encargarle a tu cuerpo levantar árboles y escalar montañas de un salto. Si intentaras que tu cuerpo hiciera cosas que es incapaz de hacer, sin duda enfermaría. Pues bien, esto es precisamente lo que ha provocado que tu psique esté dañada. Los signos de que el cuerpo está dañado son el dolor y la debilidad.
Los signos de que la psique está dañada son el miedo subyacente y el pensamiento neurótico incesante. Antes o después deberás despertarte y reconocer que tienes un problema ahí dentro. Simplemente observa, y verás que tu mente está diciéndote en todo momento lo que tienes que hacer.
Te dice que vayas aquí pero no allí, y que digas esto pero no aquello. Te dice lo que tienes que ponerte y lo que no tienes que ponerte. Nunca está parada. ¿No te ocurría esto mismo cuando ibas al instituto de secundaria? ¿No era así también cuando ibas a la escuela primaria? ¿No ha sido siempre así? Este acto de preocuparte constantemente por ti mismo es una forma de sufrimiento.
Pero ¿cómo arreglarlo? ¿Cómo conseguir que la mente se relaje y se detenga? La mayoría de la gente intenta arreglar sus problemas internos a base de intentar obtener mejores resultados en los mismos «juegos» externos que siempre ha practicado. Por ejemplo, si tomamos una instantánea de nuestros problemas internos veremos que cada persona tiene lo que podemos denominar «el problema del día».
Este problema del día es lo que más le molesta a uno en un momento dado. Cuando tal problema deja de molestar, aparece el siguiente, y cuando ese ya no molesta surge otro más. A eso se dedican tus pensamientos: tienden a enfocarse en lo que te molesta hoy. Piensas en el problema en cuestión, en la razón por la que te molesta y en qué puedes hacer al respecto. Estás convencido de que si no haces nada, el problema perdurará durante el resto de tu vida.
En medio de todo este juego, verás que tu mente siempre te está diciendo que tienes que cambiar algo fuera para así resolver tus problemas internos. Pero, si eres sabio, no deberías jugar a este juego. Te darás cuenta de que el consejo que tu mente te está dando es un consejo psicológicamente dañado.
Los pensamientos de tu mente están perturbados por sus miedos. De entre todos los consejos posibles, el que te aporta tu mente es el consejo de una mente perturbada. En realidad, tu mente te confunde. Supongamos que te dice: «Si puedo conseguir el ascenso todo irá bien; me sentiré bien conmigo mismo y podré enderezar mi vida».
Pero ¿estás seguro de que eso es verdad? Cuando consigues el ascenso, ¿acaso acaba esto con todas tus inseguridades y te deja económicamente satisfecho para el resto de tu vida? Por supuesto que no. Lo cierto es que enseguida surge el problema siguiente. Cuando aciertas a ver esto con claridad, te das cuenta de que la mente tiene un serio problema subyacente y de que lo que persigue es crear situaciones externas que te hagan las cosas más cómodas.
Pero las situaciones externas no son la causa de tus problemas internos. Tratar de mejorar tu situación externa es simplemente un intento de paliar el problema, no de resolverlo.
Por ejemplo, el hecho de que sientas soledad y vacío dentro de tu corazón no se debe a que hayas sido incapaz de encontrar una relación especial. La ausencia de esa relación ideal no es la causa del problema, sino tu manera de intentar paliarlo.
Lo único que estás haciendo es ver si esa relación logra apaciguar tu alteración interna. Si no lo logras de esa manera, probarás otra cosa. Lo cierto es que los cambios externos no resuelven tu problema, pues no lo abordan en su raíz. La raíz de tu problema es que no te sientes completo y pleno interiormente.
Puesto que no identificas apropiadamente la raíz de tu problema, buscas a alguien o algo externo que lo compense. De este modo, te escondes detrás de las finanzas, de la gente, de la fama y de la adoración. Si te esfuerzas en encontrar a esa persona adecuada que te ame y que te adore y logras tener éxito en ello, en realidad has fracasado. No has resuelto el problema.
Lo único que has hecho es involucrar a esa persona en tu problema. Esa es la razón por la que la gente tiene tantos problemas con sus relaciones. Empezaste con un problema dentro de ti y trataste de resolverlo involucrando a otra persona.
La consecuencia es que esa relación acaba siendo problemática, ya que la razón por la que la mantienes radica en tus problemas internos. Todo esto es muy fácil de ver cuando tomas distancia respecto a ello y te atreves a mirarlo honestamente. Ahora que hemos visto qué aspecto tiene el fracaso, definamos el éxito.
El éxito, en relación con tu psique, es comparable a la salud en relación con tu cuerpo físico. En el caso de la psique, tener éxito significa que ya no tienes que seguir pensando en ella. un cuerpo sano y natural es aquel que hace lo que tiene que hacer mientras tú te dedicas a hacer tus cosas. No necesitas nunca pensar en él.
Análogamente, no deberías tener que seguir pensando en cómo estar bien psicológicamente, o en cómo no tener miedo, o en cómo sentirte amado. No deberías tener que dedicar tu vida a tu psique. Imagina lo gozosa que sería la vida si no tuvieras esos pensamientos neuróticos en tu interior. Podrías disfrutar de las cosas y llegar a conocer realmente a las demás personas, en lugar de necesitarlas.
Podrías dedicarte a vivir la vida y a experimentarla, en lugar de dedicar todo el tiempo a intentar arreglar lo que está mal dentro de ti. La buena noticia es que puedes alcanzar ese estado. Nunca es demasiado tarde. Tu relación actual con tu psique es como una adicción.
Tu psique te está demandando continuamente, y tú dedicas toda tu vida a tratar de satisfacer esas demandas. Si quieres ser libre tienes que aprender a tratar esta adicción como se trata cualquier otra. Por ejemplo, los drogadictos son capaces de dejar de drogarse, atravesar el periodo de abstinencia y nunca volver a probar las drogas. Tal vez no les resulte fácil, pero pueden hacerlo.
Lo mismo es válido para tu adicción a la psique: está a tu alcance abandonar el absurdo de escuchar sus inacabables problemas. Puedes poner fin a esa situación. Puedes despertar por la mañana, contemplar el día que se avecina con entusiasmo y dejar de preocuparte por lo que ocurrirá. Tu vida cotidiana puede ser como unas vacaciones. El trabajo puede ser divertido, la familia puede ser divertida: puedes disfrutar de todo.
Esto no quiere decir que no hayas de dar lo mejor de ti; simplemente significa que te diviertes haciendo las cosas lo mejor que sabes. Y por la noche, cuando te vayas a dormir, suéltalo todo. Vive tu vida sin tensarte ni preocuparte por ella. Vive realmente la vida, en lugar de temerla o de luchar contra ella. Puedes vivir una vida completamente libre de los miedos de tu psique. Tan solo tienes que saber hacerlo. Tomemos como ejemplo el fumar. No es difícil entender cómo se puede dejar de fumar.
La palabra clave es «dejar». En realidad no importa el tipo de medios que emplees; en última instancia, simplemente tienes que dejarlo. Y la manera de dejarlo es dejar de llevarte cigarrillos a la boca. Todas las demás técnicas son ayudas; pero, en definitiva, lo único que tienes que hacer es dejar de llevarte cigarrillos a la boca. Si haces eso, está garantizado que dejarás de fumar.
Puedes usar la misma técnica para salir de tu embrollo psicológico. Simplemente deja de decirle a tu mente que su trabajo es arreglar tus problemas personales. Ese trabajo ha destrozado tu mente y ha alterado toda tu psique. Ha generado miedo, ansiedad y neurosis. Tu mente tiene muy poco control sobre este mundo.
No es omnisciente ni omnipotente. No puede controlar la meteorología ni las demás fuerzas de la naturaleza. Tampoco puede controlar a todas las personas, lugares y cosas que te rodean. Has encargado a tu mente una tarea imposible pidiéndole que manipule el mundo a fin de arreglar tus problemas internos. Si quieres alcanzar un estado saludable, deja de pedir a tu mente que haga lo que no puede hacer.
Alivia a tu mente del trabajo de lograr que todo el mundo y todas las cosas sean tal como necesitas para poder sentirte mejor. Tu mente no está cualificada para hacer ese trabajo. No la fuerces a realizar esa tarea para la cual no está dotada y, en cambio, suelta tus problemas internos. Puedes mantener otra relación con tu mente.
Cuando empiece a decirte lo que deberías hacer o no hacer para que el mundo encaje con tus conceptos preconcebidos, no la escuches. Es como cuando tratas de dejar de fumar. independientemente de lo que te diga tu mente, no tomes un cigarrillo para llevártelo a la boca. No importa que te asedie el deseo precisamente después de cenar.
No importa si estás ansioso y sientes la necesidad de fumar. independientemente de cuál sea la razón que la mente esgrima, tu mano no debe acercarse a los cigarrillos. Del mismo modo, cuando tu mente empiece a decirte lo que tienes que hacer para sentirte bien por dentro, no le hagas caso. Lo cierto es que todo estará bien en cuanto tú estés bien con todo.
Y esa es la única manera de que todo esté bien. Lo único que tienes que hacer es dejar de esperar que la mente arregle lo que está mal dentro de ti. Este es el núcleo, la raíz de todo. Tu mente no es la culpable. De hecho, tu mente es inocente. La mente solo es un ordenador, una herramienta. Puede usarse para albergar grandes pensamientos, para resolver problemas científicos y para servir a la humanidad.
Pero tú, como te sientes extraviado, le has dicho que dedique su tiempo a buscar soluciones externas para tus personalísimos problemas internos. Eres tú quien está intentando usar la mente analítica para protegerte del despliegue natural de la vida. Al observar la mente te darás cuenta de que está involucrada en el proceso de intentar hacer que todo esté bien para ti.
Recuerda conscientemente que no es eso lo que quieres hacer, y a continuación suelta suavemente. No luches con la mente, no luches nunca con ella. Nunca ganarás. O bien te ganará ahora, o bien conseguirás reprimirla un tiempo hasta que vuelva más adelante y te derrote de todos modos. En lugar de luchar con la mente, simplemente no participes en la batalla.
Cuando veas que la mente te cuenta cómo arreglar el mundo y todo lo que contiene para que tú te sientas bien, simplemente no la escuches. La clave es permanecer callado. No es que tu mente tenga que estar callada, es que tú te quedes callado. Tú, el que está dentro observando la mente neurótica, simplemente te relajas. Entonces sucederá que te situarás de manera natural un paso por detrás de la mente, porque siempre has estado ahí.
Tú no eres la mente pensante, tú eres ese que es consciente de la mente pensante. Tú eres la conciencia que está detrás de ella y que es consciente de los pensamientos. En cuanto dejes de poner todo tu corazón y tu alma en la mente como si fuera tu protectora y salvadora, descubrirás que te sitúas naturalmente un paso por detrás de ella, observándola ante ti.
Así es como sabes que tienes pensamientos: te das cuenta de que estás allí dentro, observándolos. Finalmente, serás capaz de asentarte allí, en silencio, observando a la mente conscientemente.
Cuando alcances este estado, tus problemas con la mente acabarán. Cuando te sitúes detrás de la mente, tú, la conciencia, no estarás involucrado en el proceso de pensar. Pensar es algque observarás hacer a la mente, mientras que tú simplemente estarás allí, consciente de ser consciente. Tú eres el ser que habita internamente; eres la conciencia. No es algo en lo que tengas que pensar; tú ya eres ello.
Puedes observar que la mente está siendo neurótica y, sin embargo, no involucrarte en ello. Eso es todo lo que tienes que hacer para desconectar la mente perturbada. La mente funciona porque le estás dando la energía de tu atención. Retira tu atención y la mente pensante se apagará. Empieza con cosas pequeñas.
Por ejemplo, cuando alguien te diga que no le gustas, o, peor aún, cuando no te muestre ningún reconocimiento en absoluto. Vas caminando por la calle y ves a un conocido, y cuando le dices «hola» él sigue caminando. No sabes si ello se debe a que no te ha oído o a que ha decidido ignorarte. No estás seguro de si está enfadado contigo o qué es lo que está pasando.
Tu mente empieza a acelerarse y comienza a procesar a toda velocidad. Pues bien, ¡ese es un buen momento para volver a la realidad! Hay miles de millones de seres en este planeta y uno de ellos no te ha dicho «hola». ¿Acaso no puedes soportar eso? ¿Es esa una actitud razonable? Emplea estas pequeñas cosas que ocurren en la vida diaria para liberarte. En el ejemplo anterior, simplemente elige no involucrarte en la psique. ¿Significa eso que impides que la mente siga dando vueltas sin parar intentando averiguar lo que está pasando? No.
Simplemente significa que estás dispuesto a observar simple y sencillamente a la mente crear su pequeño melodrama. Observa todo el ruido que hace con respecto a lo herido que te sientes y a preguntarse cómo es posible que esa persona te haya podido hacer eso. Observa a la mente intentando descifrar qué hacer al respecto. Maravíllate del hecho de que te esté ocurriendo todo eso por dentro por el mero hecho de que alguien no te ha saludado.
Es verdaderamente increíble. Simplemente observa a la mente hablar y sigue adelante relajado y soltando. Sitúate un paso por detrás del ruido. Sigue haciendo esto mismo con todas las pequeñas cosas que van surgiendo cada día. Es algo muy privado que has de hacer dentro de ti. Pronto verás que tu mente te está volviendo loco constantemente por nada. Si no quieres ser arrastrado por ese comportamiento, deja de darle energía a tu psique. En eso consiste todo. Si sigues este camino, lo único que tendrás que hacer es relajarte y soltar.
Cuando veas que empieza a desplegarse todo ese lío dentro de ti, relaja los hombros, relaja el corazón y sitúate un paso por detrás de todo ello. No lo toques, no te involucres en ello y no trates de detenerlo. Basta con que seas consciente de que lo estás contemplando. Esa es la manera de salir. Simplemente, suelta. Comienza este viaje hacia la libertad recordándote sistemáticamente que has de observar a tu psique.
Esto impedirá que te extravíes en ella. Dado que la adicción a la psique personal es una adicción poderosa, tienes que encontrar un método para recordarte a ti mismo que has de observar. Existen algunas prácticas de conciencia muy simples que solo requieren un segundo o dos, y que sin embargo te ayudarán a mantenerte centrado detrás de la mente.
Por ejemplo, cada vez que entres en tu automóvil y te acomodes en el asiento, párate un instante. Tómate un momento para recordar que estás en un planeta que está girando en medio del inmenso espacio cósmico. Seguidamente, recuérdate que no te vas a involucrar en tu propio melodrama. En otras palabras, suelta lo que esté ocurriendo en ese momento y recuérdate que no quieres jugar al juego de la mente.
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Michael Singer - liberación del alma
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